El instinto de supervivencia programado genéticamente es una fuerza motriz fundamental detrás de la industria y la creatividad humana. Alcanzar la seguridad alimentaria, proporcionar un entorno de vida cómodo y seguro, adquirir nuevas habilidades y desarrollar formas de facilitar y prolongar la vida han sido objetivos humanos dominantes durante siglos.

Incluso cuando se trata de obtener una educación, el objetivo principal es adquirir conocimiento y experiencia para garantizar una vida segura, estable y larga para nosotros, nuestras familias y comunidades. Durante milenios, la supervivencia no era posible sin que los seres humanos hicieran contribuciones físicas y mentales significativas. Ahora, eso está cambiando.

El trabajo físico está siendo absorbido por robots autónomos y actividades cognitivas en todos los campos imaginables, como ingeniería, diseño, investigación, medicina, arte, ciencias, entretenimiento, educación, economía, espiritualidad y tecnología, están siendo tercerizadas a aplicaciones impulsadas por inteligencia artificial (IA).

Los coches autónomos, la gestión de la salud, la planificación financiera, la gestión de redes sociales, el diseño de estructuras de ingeniería optimizadas, el desarrollo de nuevos materiales y la investigación sofisticada están recurriendo cada vez más a la IA. El arte, la literatura, el entretenimiento y muchos otros campos también serán dominados por la IA.

La automatización y la IA están alcanzando niveles de sofisticación tan altos y se están volviendo tan omnipresentes que están haciendo que el rendimiento y las contribuciones humanas sean comparativamente mediocres, si no insignificantes. Crucialmente, las contribuciones humanas se están volviendo innecesarias. Como resultado, los seres humanos se verán relegados a realizar tareas cada vez más simples.

Por ejemplo, el uso del GPS (sistema de posicionamiento global) elimina la necesidad de tener una sólida orientación espacial, estar familiarizado con mapas o realizar cálculos complejos para optimizar un viaje. Solo necesitamos ser capaces de seguir indicadores extremadamente simples, verbales o gráficos: seguir recto, girar a la izquierda o a la derecha. Eso es suficiente.

Y con la introducción de vehículos autónomos, ni siquiera se requerirán conocimientos o habilidades básicas para ir de un lugar a otro.

Los seres humanos ya no serán requeridos para hacer ninguna contribución física o cognitiva para su supervivencia, lo que hace que el instinto de supervivencia genéticamente arraigado se vuelva obsoleto. En principio, esto puede considerarse una noticia tremendamente positiva. Sin embargo, esta buena noticia viene con una advertencia: el instinto de supervivencia ha sido la fuerza motriz detrás de la actividad humana, la creatividad y la productividad, y necesitará ser reemplazado.

Si el instinto de supervivencia no es reemplazado por una nueva fuente de motivación pronto, se puede esperar que los seres humanos adopten el camino genéticamente prescrito de menor esfuerzo y riesgo.

Esta actitud pasiva puede resultar en un declive físico y estancamiento mental, y en última instancia, en la degeneración de los seres humanos como especie.

Una capacidad decreciente de concentración y una creciente dependencia de aplicaciones y tecnología impulsadas por IA para realizar incluso las tareas más simples pueden ser dos de los síntomas de este estupor que comienza a manifestarse.

Para evitar que el deterioro físico y el estupor mental se propaguen, es necesario desarrollar la capacidad psicológica de las personas para construir sus propias motivaciones fuertes y propósitos de vida. Esto les permitirá mantenerse activos y creativos, no con el objetivo de sobrevivir, sino de experimentar, aprender y crecer.

Por esta razón, uno de los cambios necesarios es rediseñar fundamentalmente el paradigma de la educación. Por ejemplo, la educación académica debe dejar de ser un proceso en el cual los estudiantes acumulan conocimiento y habilidades con el propósito de encontrar empleo, y debe convertirse en una oportunidad para aquellos que deseen aprender y explorar sin otro objetivo que el interés personal y el estímulo para el crecimiento personal.

En cierto sentido, este nuevo proceso de aprendizaje sería una versión más madura de la motivación innata de los niños para aprender, impulsada por el deseo de satisfacer su curiosidad y tener experiencias interesantes o divertidas.

Otro ajuste necesario es la «desdigitalización» parcial de nuestras vidas personales y sociales. Actuar e interactuar en el mundo digital nos ofrece muchas oportunidades atractivas que no están disponibles en el mundo real. Sin embargo, también tiende a hacer que nuestras experiencias sean más superficiales y menos propicias para el crecimiento personal y el aprendizaje.

Además, depender de «herramientas» más inteligentes que el usuario puede llevar al deterioro cognitivo, ya que externalizamos la mayor parte del esfuerzo cognitivo a aplicaciones inteligentes. Para evitar esto, debemos restringir rigurosamente la digitalización de nuestras vidas personales y sociales y, en algunos casos, digitalizarlas parcialmente.

La automatización está liberando a los seres humanos de la mayoría de los esfuerzos físicos. La IA está reemplazando rápidamente y superando las actividades cognitivas de las personas. Este éxito tecnológico está haciendo innecesarias y obsoletas las contribuciones humanas para garantizar su propia supervivencia.

Más importante aún, está dejando obsoleto el instinto de supervivencia, que era la principal motivación para la actividad y la creatividad, dejándonos en busca de un nuevo propósito en la vida.

Más de 1.000 líderes de tecnología, incluido el CEO de Tesla, Elon Musk, y el experto en IA Geoffrey Hinton, han pedido una pausa en el desarrollo e implementación de la IA. Esto es irrealista y innecesario. Lo que se debe hacer es aprovechar al máximo estas tecnologías, al mismo tiempo que las desvinculamos de nuestras motivaciones y objetivos personales en la vida. Estos deben ser definidos por nuestro potencial y limitaciones, no por los de una IA.

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